Saturday, December 30, 2006

Rhemail N°16: Es mejor con orejas

Es mejor con orejas.

Deberías haberlo visto. Fue realmente penoso cuando se lo llevaron.
Todos estaban como locos. Todos gritaban. Todos corrían. Era un alboroto generalizado. No se distinguía nadie. Nadie, excepto los policías frente al maestro, con sus uniformes y sus cascos. El llanto y la histeria abundaban en ese lugar. Todo era caos. Y para colmo, el “amigo” entregándolo con un beso. Eso sí que me partió el corazón. Un beso no se debería ocupar algo tan cruel... ¡¡Claro que no!! Los besos son para que el papá despida al hijo en la puerta de la escuela. Los besos son para que la mamá salude a la hija cuando llega de la universidad. Los besos son para decir que sí a la propuesta de noviazgo. Los besos son para confirmar los juegos de miradas entre el esposo y la esposa, cuando por fin los niños se durmieron. Etc, etc... Pero no para traicionar a un amigo. No para entregar a quien confió en ti y te discipuló por tres años.

Fueron tres años inolvidables. Tres años en los cuales, los momentos felices superaban por amplia mayoría a los momentos tristes. Tres años de enseñanza. Tres años de milagros. Tres años de sanidades. Pero por sobre todo, fueron tres años de amistad. Una intensa y, aparentemente, sincera amistad... Aun recuerdo como Jesús abrazó a Judas cuando éste llegó de sanar enfermos y reprender demonios. A Judas le brillaban los ojos por todo lo que había vivido, y a Jesús le brillaban por ver a su amigo tan feliz. Realmente fueron años tremendos... Por lo mismo, no entiendo por qué lo entregó. No logro comprender, por qué lo traicionó. Pero lo hizo.

Fue precisamente cuando lo besó, el momento más dramático de toda la noche. Unos lloraban. Otros insultaban. Otros miraban atónitos. ¿Y Pedro? Nadie entendía qué hacía al lado del maestro. El resto estábamos a un par de metros, preparados para arrancar. Pero Pedro no. Pedro, al lado de Jesús, miraba a Judas, con una mezcla de rabia y pena. A veces bajaba la mirada tratando de comprender, y luego volvía a mirar a Judas. Decepcionado, triste, furioso.

En eso, un policía se acerca a Jesús para llevárselo. Pedro sintió como la ira se apoderaba de él, mientras el uniformado acercaba su mano al brazo del rabí, y no lo soportó. Sacó una espada pequeña, no sé de dónde, se lanzó hacia el guardia y, de un golpe con la espada, le cortó la oreja izquierda. Mientras el soldado se quejaba de dolor, y sangraba sin cesar a los pies de Jesús, a nosotros nos embargaban más y más el deseo de levantarnos en contra de los guardias romanos. Pero todo se disipó cuando el maestro, yendo en contra de toda lógica, tomó la oreja del soldado, le sacudió el polvo con mucho cuidado y por “arte de gracia”, se la “pegó” nuevamente a quien más tarde se lo llevaría detenido.

Ese día fue inolvidable. Cenamos por última vez con Jesús y luego pasó lo que te acabo de contar. Pero lejos lo más intrigante es el por qué Jesús sanó al soldado. Y más aun, por qué parecía mirar a Judas mientras reacomodaba la oreja del policía. Eso creo que nunca lo sabremos.

Para mi fue un gran gusto contarte lo que vi. Y será hasta la próxima. Se despide Matías, apóstol de Jesucristo.

“Una vez más quiero lograr que te identifiques con Pedro. Aunque tú digas que nunca haz atacado a nadie con espadas ni cuchillos ni nada por el estilo. Quiero hablarte de la cantidad, inmensa, de veces que les cortamos la oreja a las personas, pero con nuestros actos. Con nuestra vida les impedimos escuchar el mensaje del evangelio, porque no vivimos lo que decimos creer. Quiero contarte que cada vez que no eres el mejor, estás cortándole la oreja a alguien. Cada vez que haces lo que sabes que no debes hacer, la espada de tu testimonio le corta la oreja a alguna persona y le priva de escuchar el mensaje del evangelio.
¿Sabes? Jesús desde el principio sabía que Judas lo traicionaría, pero siempre se decía: es mejor con orejas. ¿Piensas que hay alguna otra razón para que Jesús le pusiera la oreja al que estaba dispuesto a azotarlo? Simplemente, es mejor con orejas. Para terminar, y seguramente no les va a gustar a muchos, tengo que decirte que Jesús no puede hacer tantos milagros en la actualidad, porque ocupa mucho tiempo pegando las orejas que nosotros cortamos. La integridad es parte esencial del evangelio, es un mensaje irrefutable. Tratemos de no perder la integridad cotidiana, porque son mejores con orejas.”


Cristian San Martín.

Wednesday, December 13, 2006

Rhemail N°15: La cita perfecta

La cita perfecta.


¿Recuerdas la última cita que tuviste? ¿Recuerdas dónde fue? ¿Con quién fue? ¿Qué hicieron?...
Ahora, haz memoria y piensa cuál fue la última cita importante que haz tenido. ¿La recuerdas? ¿Te ayudo? Quizás es la vez que te decidiste a invitar a salir a la que hoy es tu novia (o esposa). Quizás es la ocasión en que te juntaste con tu pastor para ponerlo al tanto de tu último plan para conquistar el mundo. O tal vez fue la oportunidad en que saliste con tu amigo (a) que hace mucho tiempo no veías...
No sé cual fue tu cita más importante; tampoco sé cual fue tu última cita. Pero déjame contarte lo que he aprendido este último tiempo, con respecto a estas actividades tan practicadas por los seres humanos del mundo.

Hace unas semanas atrás me puse de acuerdo con una amiga, para juntarnos al día siguiente en una gelatería muy conocida del centro de la ciudad. No era nada romántico, pero sí importante. Era la primera oportunidad de conocernos un poco más a fondo y por último una buena oportunidad para pasar una tarde agradable, principalmente porque es muy entretenido hablar con ella (cuando anda de buenas).
Así que, el día y la hora ya estaban fijados. En la tierra y en el cielo se había sellado un trato. Una cita había sido concertada. Sólo faltaba esperar.
Al día siguiente, o sea, el día de la cita, hice mi vida normalmente. Arreglé todo para estar lo más relajado posible para esa hora y como es costumbre (buena) en mí, llegué unos minutos antes al lugar de encuentro. Diez minutos, para ser exacto. Entré a la galería y pasé por fuera de la gelatería. Eché un vistazo para ver si mi invitada se me había adelantado, pero no fue así. De modo que decidí cerciorarme que hubiese mesas desocupadas... y, para mi “regocijo en el espíritu”, quedaba una. Pensé en sentarme a esperar, pero un pensamiento demoníaco atravesó mi mente: “y si no viene”. Si decidía sentarme iba a quedar expuesto a que, si mi invitada no llegaba, tanto las meseras como los demás clientes del local se dieran cuenta de mi desgracia. Todos se darían cuenta que me habían dejado “plantado”... así que decidí “vitrinear” por mientras. Además, tan sólo faltaban nueve minutos.

Vi ropa, televisores, celulares, zapatillas, helados, ropa, helados, mesas vacías, televisores, helados, celulares, helados, helados, etc. Como puedes darte cuenta, iba a cada instante al lugar clave, después de todo, no quería hacer esperar a mi flamante invitada.

Conforme fueron pasando los segundos y minutos, el pensamiento demoníaco cobraba más y más fuerza... hasta que llegó la hora acordada. Por fin, después de largos diez minutos, ¡¡Llegó el momento!! Me dirigí a la gelatería con la mejor cara de ilusionado que encontré en mi baúl de expresiones faciales. Y fue ahí, cuando al costado de la única mesa vacía del local, la vi... a ella... una silla, también vacía.

Sentí como la rabia y la pena se apoderaban de mí, pero de inmediato “los até, desarraigué y destruí”. Y me dije: “no todos son correctos como yo, algunos son impuntuales”. Pero debo confesar que fue sólo para tranquilizarme, porque por dentro retumbaba, cada vez con más fuerza, el pensamiento que antes era demoníaco y que ahora me parecía lo más profético del día.
En conclusión, aproximadamente treinta minutos más tarde, decidí irme a tomar la micro, sin antes preguntarle a Dios si realmente estaba dentro de sus planes soberanos el que yo perdiera tiempo y dinero en vano, sumado a la frustración, vergüenza y pena que sentía. Luego cruzó por mi mente la idea de que Dios quería enseñarme algo, y casi instantáneamente, la respuesta del cielo vino:

“En esta parte necesito toda tu atención. ¡Toda! Así que te recomiendo que cierres el Messenger o que te pongas “No disponible” por un momento. Porque debo contarte algo que me hizo bajarme del pedestal que me había subido. No te imaginas la cantidad de veces que haz dejado plantado a Dios. No me mires así, sé que suena raro, pero es lo que Dios me dijo. Así que antes de juzgarme, termina de leer.
Cada convocatoria que se realiza en tu ciudad, es una cita que Dios preparó para encontrarse contigo. Compartas o no las formas de la iglesia que organiza el evento, si llegó a tus oídos fue porque Dios lo quiso y Él preparó ese día para tener una cita contigo.
Para los que dicen que siempre van a todos los congresos y seminarios, no crean que ya están a un paso del cielo, porque cada domingo el Creador de todo lo que existe arregló una cita para juntarse a pasar unas horas junto a ti. A veces simplemente para estar contigo; no para hablar, no para escuchar; simplemente para estar contigo. Para verte el rostro, sentir tu aroma, y todo lo romántico que te puedas imaginar.
Si con esto aun sigues pensando que tú no eres de los que dejas plantado a Dios, déjame continuar. El Personaje más importante de la historia agendó cada martes (el día puede variar) una cita personal contigo en las células (o reuniones más pequeñas). Pareciera ser una niñería, pero te estoy diciendo lo que Dios me dijo que te dijera. Cada día en que hay alguna actividad de tu congregación, es una cita romántica que Dios preparó especialmente para encontrarse contigo.
Ahora, hay un último grupo de citas, a las que muchas veces faltamos. Muchas veces Dios te ha llamado personalmente a orar a horas raras. Muchas veces Dios te ha dicho que quiere ser el primero a quien tú dirijas tus palabras. Muchas veces Dios te ha pedido que dejes la tele un rato, para tener una cita contigo, pero pensamos: Dios puede esperar, la teleserie no. Sé que el mensaje es sencillo, pero si lo estás leyendo es por algo, no sigamos dejando plantado a Dios. Yo lo viví hace muy poco y no se siente nada bien, y eso que lo planeé de un día para otro, imagínate como se siente Dios habiéndolo planeado hace una eternidad...
Para terminar, te comunico que encontré la clave para la cita perfecta... “La cita perfecta ocurre cuando llegan las dos personas”. Así de simple. ¡Créeme!
Con cariño, Cristian San Martín.