Tuesday, October 02, 2007

Rhemail N°25: El instrumento perfecto

El instrumento perfecto.


Había una vez un músico que quería crear un instrumento perfecto. Luego de varios estudios llegó a la conclusión que la más cercano a la perfección podría lograrlo mediante un instrumento de cuerdas. Él tenía el sonido en su mente. Sabía como debía sonar, y tenía que hacer el aparato para lograrlo.
Luego de unos días de pruebas, detectó que se producía un sonido parecido al que él quería, si tensaba una cuerda. Y que lograba sonidos distintos si aplicaba más o menos tensión. Luego, haciendo pruebas por toda la casa, con una tabla de un metro aproximadamente y una cuerda amarrada a ambas puntas. Con el dedo la tensaba y soltaba, generando una vibración en la cuerda que producía un sonido muy particular. Fue así como llegó a la cocina, y al pasar por el lado de una olla vacía hizo sonar la cuerda y algo extraño pasó.
- Esto se parece a lo que yo quiero lograr – se dijo el hombre.

Probó la cuerda de muchas formas distintas cerca de la olla y decidió fusionar la olla con la tabla y la cuerda. Así, estaba logrando el objetivo. Lograba mantener el sonido por más tiempo, debido a la caja de resonancia que le había agregado.

- Mmmmm... pero siempre suena igual – pensó insatisfecho el inventor.

Lo que pasa es que en su mente, tenía una mayor variedad de sonidos posibles con el mismo instrumento. Trató de ir cambiándole la tensión a medida que iba tocando, pero le resultó muy incómodo.

- ¿y si le pongo una cuerda más? – se dijo mientras iba al taller a buscar los implementos necesarios.

Luego de varios intentos, y de probar hasta con veintisiete cuerdas en un mismo instrumento y con diferentes tensiones, aun estaba insatisfecho. Encontraba monótono el sonido, sin gracia, sin chispa. Aun cuando todas tenían tensiones distintas.
Cuando estaba a punto de rendirse se le cortó una cuerda y no tenía más del mismo tipo, así que le puso una un poco más gruesa.

- Sólo para terminar pronto con las pruebas – pensó.

Al hacerla sonar, se dio cuenta que estaba cada vez más cerca de lo que quería lograr desde un principio.

Luego de varias pruebas y modificaciones terminó el instrumento. Y le mandó una carta a la escuela de música más importante del mundo:
“He construido el instrumento perfecto, consta de una tabla, una olla y seis cuerdas distintas y con tensiones distintas.”

Por supuesto, la reacción fue inmediata de parte de la escuela de música. Una burla generalizada. Todo distinto, ¿y la armonía dónde está? Ese instrumento nunca va a ser popular... Y más encima tiene un nombre tan ridículo... Guitarra... jajajajajaja...


“Para aclarar el mensaje de la reflexión tengo que decir que hay alguien que planeó absolutamente todo. No creo que haya hecho tantas pruebas como el hombre que inventó la guitarra (aclaro que es una historia inventada por mí) pero sí se parecen en algo. En que ambos sabían como debía sonar el instrumento al terminarlo. El señor Yeshúa sabía cómo debía sonar su iglesia desde un principio y por eso hizo todas las “cuerdas” distintas y con tensiones distintas. Tú eres distinto a cualquier persona que exista o que haya existido. Y los que están alrededor tuyo también son distintos todos y cada uno de ellos. Aprendamos ésto, y llegaremos a llevarnos mucho mejor... Cada cual está a una tensión distinta, viviendo procesos distintos y con debilidades distintas... pero todos somos parte de la misma guitarra...”


Que el más grande de todos, los bendiga y los guíe en todo momento. Shalom.
Cristian San Martín.

Saturday, August 25, 2007

La ventana

Faltando quince minutos para las doce de la noche, el hombre de la casa se disponía a ir acostarse...

- Mañana hay que ir a trabajar - pensaba Raúl.

Cuando ya iba subiendo las escaleras, escucha esa fatídica frase que todos los esposos detestan...

- ¡Tienes que sacar la basura! - Gritó su amada esposa, con la cara cubierta de una extraña sustancia verde oscuro - ¡y cierra con llave! - Concluyó.

Raúl, se armó de ánimo y se dispuso a cumplir con la tarea encomendada. Una vez juntada la basura de la casa y amarrada firmemente la bolsa, la cargó hasta la puerta de la casa. Cuando llegó a la puerta, echó una mirada al patio por la ventana. Fué ahí cuando el reflejo le jugó una mala pasada...

Al mirar por la ventana, pudo ver una tenue luz en el exterior

- Suficiente luz - pensó Raúl - me basta y me sobra para ver - dijo, alardeando de su capacidad visual.

Tomó la bolsa de basura y disimulando lo pesada que estaba, aunque nadie lo veía, abrió la puerta y salió raudo hacia la calle, donde se encontraba el canastillo de la basura.

Cuando ya llevaba avanzado unos metros, se cerró la puerta de la casa y para el asombro de Raúl todo quedó oscuro.

No pienses que era un poco oscuro, era completamente negro. Raúl no lograba ver a un metro de distancia. Era una oscuridad densa, que atemorizaba a cualquiera...

- ¿Y la luz que vi por la ventana? - pensó, temeroso y extrañado. Justo en ese momento se dio cuenta del terrible error que había cometido. Miró a la ventana y vio que justo detrás de donde había estado él, estaba la luz de la casa...

- ¡Vi el reflejo, que soy tonto! - se dijo avergonzado.

Volvió a la casa, guiado por la palida luz que se filtraba por las cortinas. Golpeó, porque no había llevado llaves. Encendió la luz y pudo llevar a cabo su "simple" misión.

"Acá empieza la explicación de lo que quiero transmitir. Tal vez parezca un ejemplo un poco simple, pero grafica perfectamente lo que tengo para decirte.


Muchas veces nos lanzamos a hacer cosas guiados por luces que hemos visto por la ventana. Y la mayoría de las veces, resulta que esa luz nunca existió. Yo me considero un arriesgado, porque me atrevo a hacer las cosas que me manda mi Padre, aunque parezcan difíciles. Pero hay cosas que a veces me arriesgo innecesariamente y es cuando me lanzo a hacer algo, que mi señor no me manda, cuando me confío por la luz de mi parecer o cualquier otra luz. Como consejo, fíjate bien si la luz que vez es real o es producto de un engaño. Sólo una luz es la real, y es la luz de la voluntad del rey de reyes."

Cristian San Martín.

Saturday, July 28, 2007

Rhemail N°23: Tomando Micro

Tomando Micro.
Hace unos años atras, había un joven muy simpático y muy alegre. Pero nunca había andado en micro. Te preguntarás, qué importa eso; y dependiendo de la situación, puede importar nada, o puede importar mucho, como en este caso.
Cierto día, luego de visitar a unos amigos y vivir una linda jornada, se disponía a volver a su casa. Luego de un intercambio de opiniones, se llegó a la conclusión que la mejor manera de volver era en micro. Así que salió a la calle dispuesto a "tomar la micro que lo llevara a su destino".
Como te dije, nunca había tomado una micro en su vida, y eso lo llevó a cometer muchos errores. Primero, trató de tomar la micro a mitad de cuadra y mientras ésta iba aun andando, como resultado, tuvo muchos "moretones" y heridas profundas. Luego, alguien le dijo que la micro tenía que esperarla en una esquina, así que habiendo llegado a la esquina, espero... y espero... y espero... mucho tiempo esperó, hasta que otra persona, al verlo por tanto tiempo ahí le preguntó qué estaba esperando, y el le respondió: "La micro, obvio, estoy en la esquina"; y la persona sonriendo tiernamente al ver la ingenuidad del joven le aclaró que debía ir a una esquina donde hubiese un paradero, que ahí paraban las micros.
Una vez que llegó al paradero, con un "lugar donde sentarse" y un techo que lo protegía, siguió esperando... Su pensamiento era: "en algún momento va a pasar la micro que me sirve y va a parar". Pero, pasaron muchas micros y muchas veces pasó la que a él le servía, pero no paraban. Así que comenzó su desconsuelo, casi llegando a la depresión, hasta que, milagrosamente llegó otra persona al paradero. "¿Qué micro le sirve?" le preguntó el joven, con ansiedad y alegría; pero la alegría se disipó al escuchar que no era la misma que él tenía que tomar, lo que lo sumergió en una depresión aun mayor. Consideró la idea de irse con esa persona, sin importar que no fuera la micro correcta, pero "algo" le hizo desechar esa idea. Pasó otra micro que le servía a nuestro joven y naturalmente, no paró, pero luego, pasó la que le servía a la nueva persona del paradero, y ésta, como de costumbre, alzó su mano al frente, estirando su dedo índice, y en una escena celestial, la micro se detuvo justo frente a ella, y esperó hasta que se subiera, para luego partir...
Con esto, nuestro joven entendió que le faltaba un paso para lograr tomar la micro que le servía, y que lo llevaría a su casa. Así que se paró, ansioso de volver a ver el número de la micro correcta, y esperó. Al verla, los ojos le brillaron automáticamente e imitando a la persona que había visto, alzó su mano y estiró su dedo índice, con lo cual, lo que tanto había esperado ocurrió.
Luego de subirse a la micro, con las complicaciones que esto implica, se vio obligado a "pagar el precio" del pasaje y posteriormente, debió indicarle al chofer donde debía parar para poder bajarse. Y recién, con todo esto, logró llegar a su casa.


Ahora, ya sabes que me gusta dejar todo claro. Yo no sé en que etapa te encuentras tú, para poder llegar a tu destino, pero sé que identificarás con el joven de la historia. Espero que esto te sirva, que reacciones y despiertes. Tu destino te espera, pero no llegarás si estás desordenadamente a mitad de cuadra o ingenuamente en una esquina sin paradero. Tampoco llegarás si, estando en el paradero, nunca te paras y haces parar la micro que te sirve. Por último, paga el precio y fíjate donde tienes que bajarte, no vayas a pasar de largo.
El señor ya pagó por tu destino y tu propósito, ahora te toca a ti llegar allá.

Shalom, y que el Eterno te revelo todo lo necesario.

Cristian San Martín

Tuesday, May 22, 2007

Rhemail N°22: Historia de un viejo

Historia de un viejo.


-¡¿Cuántos?!- Gritó el amigo, al escuchar la información de su compañero.
-En serio, tiene ochenta y tantos- dijo el otro, para afirmar lo que había dicho.

En ese momento el primero soltó la carcajada más burlesca e hiriente que jamás haya oído. “¿qué se cree?”, “¿está enfermo?”, “está realmente loco”. Eran las frases que se repetían una y otra vez los dos amigos.

La razón de toda su conversación es que escucharon que el viejo quería ir a la guerra. Uno de los dos hombres más viejos del país, le suplicaba al otro hombre de los más viejos, que lo dejara ir a la guerra y arrebatar algo que, según él, le pertenecía.
No te atrevas a emitir ningún juicio, por favor. Los jóvenes sólo estaban usando la razón. ¿Cómo un viejo haría algo que sólo pueden hacer los jóvenes? Eso es realmente ilusorio. O por lo menos, lo era hasta ese momento.

-Amigo- dijo uno de los jóvenes al viejo que quería ir a la guerra. –como se le ocurre que usted va a poder ir a pelear esta batalla. Sería un disparate. Es imposible.
-Pero si no me siento viejo- argumentaba el anciano –me siento como de cuarenta- decía levantando el bastón y moviéndolo rápidamente.

Jajajajajajajajajaja, se rieron ambos jóvenes en la cara del viejo. Fueron hirientes. Faltos de respeto. Crueles. Pero lamentablemente no puedo decir que no hubiese hecho lo mismo en su lugar. Piénsalo. Imagínate al más viejo que tú conozcas, diciéndote que quiere ir a predicar a las tocatas de heavy-metal. Ah! Ahora te parece patético igual que a mí. Y es que no hay una manera más respetuosa de verlo.

Los jóvenes trataron de “hacer volver en sí” al viejo. Insistieron por todos los medios, aunque siempre con el mismo sentir de subestimación que no los dejaba ponerse serios.

El viejo, por otra parte, seguía con su alocada idea de querer ir a conquistar lo que cuarenta años atrás le habían ofrecido como recompensa por una buena actitud.

- Ya no tiene cuarenta años- le gritó uno de los jóvenes, tratando de que reaccionara.
- Si ya lo sé- respondió el viejo, con la misma fuerza con la que le gritó el joven.

Ya enfadados por la testarudez del viejo, los jóvenes desistieron de la idea de convencer al viejo de que no estaba en condiciones de ir a la guerra. Dieron media vuelta, tomaron sus cosas y partieron a sus destinos, mientras el viejo Caleb terminaba de ponerse el yelmo para ir a la batalla por la que tanto había insistido.
Cuenta la historia, que fue una de las victorias más impresionantes que había llevado a cabo Israel sobre sus enemigos. También se cuenta que los jóvenes nunca se acercaron a felicitar al viejo. Tal vez por vergüenza o tal vez por una profunda admiración. Lo que sí es cierto, es que por generaciones y generaciones, contaron en sus familias, la historia de un viejo.


“Quiero ahora que me pongas mucha atención. Porque lo que quise transmitir en este escrito es algo que nos afecta a todos. Absolutamente a todos. Se trata del menosprecio.
Primero, hablarles a todos los que están siendo menospreciados. No importa lo racional que parezcan las explicaciones que te dan los demás para fundamentar su poca confianza en ti, sigue adelante, porque aunque tengas ochenta años, si fue el Eterno el que te dijo que fueras a la guerra, nada te parará. No te dejes convencer por las circunstancias, tú eres lo que tu Papá dijo, y punto.
Segundo, y ultimo punto. Es el que yo creo que más nos afecta. Y es que en mayor o menor medida, siempre menospreciamos a la gente. Menospreciamos a los líderes, pastores, profetas y apóstoles. Menospreciamos mendigos, pordioseros, indigentes, drogadictos y alcohólicos. Menospreciamos amigos, hermanos, familiares y vecinos.
Me gustaría darte lo que sigue, de manera profética, como el Eterno me habló a mí: “Vence el menosprecio, pensando de cada persona, lo que Yo pienso. Hablando de cada persona lo que Yo digo. Dándole a cada persona, el valor que Yo les di. Porque Yo los hice y yo digo cuanto valen”.



Con cariño, Cristian San Martín.

Monday, April 30, 2007

Un dia en el parque de diversiones

Un día en el parque de diversiones.


Hace algún tiempo atrás, un Padre de familia decidió llevar a sus tres hijos al parque de diversiones más grande y más divertido de todo el país.
Viajaron una gran cantidad de kilómetros, para llegar hasta las afueras del parque, y recién ahí se enteraron que los mayores de edad no podían entrar. Imagínate la sorpresa y frustración de aquel padre, que después de haber viajado tanto tiempo, ahora no podía darle el día soñado a sus hijos.
Luego de unos momentos, y después de varios intentos de convencer, por todos lo medios posibles, a la encargada de la boletería, de que lo dejara entrar y poder compartir con sus hijos esa tarde de diversión; comenzó a pensar muy seriamente, que talvez no sería tan mala idea dejar a sus hijos solos en el parque. Después de todo, él los estaría esperando afuera hasta que terminara el día. Y así fue, con todos los gastos pagados; y una gran reja metálica separando a los hijos del papá, comenzó para los niños, el día en el parque de diversiones.

Luego de varios segundos observando el panorama desde la puerta de entrada, los niños se introdujeron en el parque de diversiones, hasta perderse en medio de la multitud.

Pasó el tiempo como pasa siempre. Ni más rápido, ni más lento. Aunque para el padre, un día fueron como mil años. Luego de varias horas, y cuando la gente comenzaba a retirarse a sus casas, salieron los tres niños, juntos como entraron, pero los tres con caras distintas. Fue en ese momento que el padre notó algo raro y salió rápido al encuentro de sus niños.

-¿Cómo lo pasaron?- Preguntó el papá, como era de esperarse.

Lo que no era de esperarse era la respuesta de sus hijos.

El primero dijo que fue el día más desagradable y aburrido de toda su vida. Y como es obvio, el padre puso la misma cara de extrañeza que tú.

-¿Qué?- Preguntó el sorprendido padre.

-Sí- continuó el niño. Y contó como había sido su día. En primer lugar, entró y le pareció todo extraño. Los juegos, la gente... todo. Así que decidió sentarse en una “banca” a observar en qué consistía el dichoso parque de diversiones. Fue ahí como, poco a poco, se le fue metiendo la idea de que nunca debió haber entrado a dicho parque. Todo le parecía aburrido, así que, “mejor no me subo a ningún juego”, pensó. Y así pasó todo el día, mirando como otros sí se subían mientras él observaba desde la banca. Otros se reían y disfrutaban, pero él sólo observaba.

-Mmmmm – exclamó el padre, con apariencia de haber entendido algo. – y tú, ¿cómo lo pasaste? – le preguntó al segundo niño.

-¡Bieeeeeeeeeeen!, al principio – dijo el niño, y comenzó a contar su día. Entró al recinto, de la misma manera que sus dos hermanos. Cuando llegaron a la banca donde estuvo el primero, notó que había un juego que parecía muy divertido, así que decidió subirse. Y, efectivamente era muy divertido el juego. Era tal y como él se lo había imaginado. Pero luego, poco a poco, comenzó a aburrirse del juego. Y ya no era lo mismo que al principio. Ya para el final del día, estaba totalmente aburrido del juego, decepcionado del parque completo y muy molesto con el papá, por haberlo llevado a un lugar tan aburrido. La alegría sólo le duró los primeros instantes del día.

-Ahora entiendo – Dijo el papá, con cara de preocupación, pero tranquilo. – ¿y tú? – le preguntó al último hijo, resignado a que el día había sido un fracaso para todos.

-¡Papá, estuvo espectacular! – dijo el niño, casi gritando. Primero, llegó a la misma banca que llegaron sus dos hermanos mayores, luego fue con su hermano a subirse al primer juego. Cuando ya había jugado un rato en ese juego, y ya comenzaba a aburrirse, decidió salirse e ir a otro juego. Fue así como, justo al salir del primer juego, se dio cuenta que al costado de él había otro juego que le pareció atractivo. Y así estuvo todo el día pasando de un juego a otro. Afónico tanto gritar y tanto reírse. Y aun jadeando por el cansancio le dijo al papá que le gustaría vivir por siempre en el parque de diversiones. De inmediato el papá le hizo notar que ya se había subido a todos juegos. Pero el niño, con la viveza infantil, le dijo que eso no importaba, porque había notado que si alteraba el orden en el que se subía a los juegos, las sensaciones que le producían eran distintas, por lo tanto podía estar mucho tiempo sin que el aburrimiento lo alcanzara. “Todo depende de mí”, dijo, para terminar, el menor de los tres hermanos.

“Como ya es costumbre, quiero dejar las cosas bien claras. No me quiero arriesgar a que alguien quede con algo sin entender. Los tres niños, son tres tipos de cristianos en la iglesia y el parque de diversiones corresponde a la vida del evangelio. El primer niño fue el más frustrado porque se dedicó a mirar y no a disfrutar de lo que el Padre estaba poniendo a su disposición. Sólo observó y observó, nunca vivió lo que observaba desde la banca, butaca, silla o sea lo que sea donde te sientas en tu congregación. El segundo niño, es un segundo tipo de cristianos, que son los que parten súper bien, se meten en alguna actividad dentro de la iglesia, y después de un tiempo los aburre y terminan hastiándose de todo, incluso terminan enojados con Dios. Y por último, están los que entienden que depende de ellos si se aburren o se divierten de por vida en el parque de diversiones del reino.
Para terminar, quiero contarte, que por lo que conozco a Dios, puedo asegurarte que tiene entretenimientos de sobra, como para mantenerte entusiasmado y enamorado por el resto de tus días. Sólo depende de que tú accedas a los juegos por los que él ya pagó desde el principio de los tiempos.”

Con cariño, Cristian San Martín.

Saturday, March 10, 2007

Testimonio de vida

Testimonio de vida.

Desde niño fui infeliz. Sé que es raro escucharlo así, tan repentino. Pero es la verdad. Mi familia era muy pobre. Siempre me faltó algo básico. A veces la comida. Otras veces era la ropa. Y en otras ocasiones eran ambas. Y no estoy exagerando. Es la pura verdad. Desde la edad de 4 años, tuve que aprender a trabajar para poder ser un aporte en mi casa. Obviamente no sabía hacer nada, así que partí trabajando con mi papá. Ayudándole en lo que él hacía. Lamentablemente no duró mucho, no porque yo no hubiese querido, sino porque cuando tenía 10 años, mis padres decidieron separarse, después de meses de conflictos. Simplemente se fue el amor, me respondía mamá cuando yo le preguntaba algunos “por qué”. Yo era el hombre de la casa ahora, por lo tanto tuve que salir a trabajar solo. Con lo que había aprendido de mi padre, empecé un pequeño negocio. No tenía mucho dinero, así que partí desde lo más bajo, pero tenía muchas ganas.
Llegaba todos los días cansado a la casa. Sin ganas de nada. Como puedes suponer, no tuve la oportunidad de estudiar como cualquier niño de mi edad. Ya perdí la cuenta de todas las veces que le reclamé a la vida por la familia en la que había nacido. Miraba a los niños jugando fútbol y me dolía. Los callos en las manos me recordaban que yo no podía hacer lo que ellos hacían. Aunque quisiera, las fuerzas no me daban para salir a jugar. Porque llegaba y lo único que quería era dormir.
A la edad de 15 años empecé a relacionarme con otros jóvenes como yo, y ahí noté la gran diferencia que había entre nosotros. Me di cuenta que ni siquiera sabía hablar correctamente. Eso me alejó aún más de la gente. Me volví un hombre solo y poco sociable. Sólo hablaba con mi hermano que desde que tuvo edad trató de acompañarme, aunque yo lo motivaba a que él fuera a la escuela, él no quería. Él quería ser como yo. Quería ser pescador como yo.
Así pasó mi vida. Siendo sólo un ilustre desconocido. Con un montón de heridas en el corazón. Una historia de vida cargada de amarguras, malos ratos, hambres, fríos, peligros de muertes y reclamos en contra del cielo. Miraba a hombres como yo y me sentía infinitamente inferior a ellos. Incluso entre otros pescadores yo era el más insignificante. Por eso, por mi baja autoestima, fui adquiriendo una postura de fuerte en la vida, para tapar mis miedos. Y poco a poco se fue transformando en mi carácter, y me volví un hombre duro. Sin sentimientos. Bruto en muchas áreas. Tosco, agrio, duro, malhumorado, etc. La vida no me trató bien y yo no trataba bien a nadie. No tuve papá y no estudié, no sabía hacer absolutamente nada, salvo pescar. No tenía absolutamente nada, salvo el carácter firme como una roca que lo formé a punta de sufrimientos. Y a pesar de todas mis carencias, un día se acercó a donde estaba yo, un tipo que según decían era especial. Una especie de nuevo maestro, con ideas raras, pero con mucha llegada a la gente. Me dijo: ven en pos de mí y te haré pescador de hombres (a mí y a mi hermano). La verdad es que no entendí mucho lo que me dijo, pero algo dentro de mí ardió como nunca antes. Pensé en que no tenía mucho que perder y que talvez sería mi única oportunidad de hacer algo con mi vida. Aunque también pensé en todas mis deficiencias, carencias y falencias. Hasta que un rayo de luz se me vino a la mente: “Dijo que me haría pescador de hombres” y para eso no necesito mucho conocimiento, porque eso sí que lo sé hacer bien. Todo esto lo pensé en unos segundos, mientras este maestro esperaba una respuesta. Cuando me abrió los ojos como diciendo: ¿y? Le dije que sí y me embarqué en esta causa hasta el día de hoy...

“Quiero dejar hasta aquí el testimonio de Pedro, porque lo que me interesaba compartir ya fue expuesto por él. No sé si te diste cuenta, pero Jesús no le pidió algo que él no tenía. Al contrario, le pidió lo que mejor sabía hacer: “pescar”, pero para su reino. Talvez ya hayas escuchado este tipo de mensaje antes, pero no importa, porque si estás leyendo esto es por “algo”. Y lo esencial es que Dios quiere usar lo que tú tienes. Aunque parezca que no tienes nada útil, créeme, en las manos de Dios eres un valioso utensilio para completar su gran plan maestro. Solamente hace falta que te decidas a poner lo que tienes a los pies de Jesús y disponerte a que él te use. Si sólo sabes cantar, eso sirve y es justo lo que Dios quiere usar. Si sólo sabes escribir, eso es lo que Dios necesita para su reino. Si sólo sabes ser amable, Dios eso lo quiere usar
para su reino. Por último, un consejito: Por favor, nunca menosprecies lo que Dios te permite, o te permitió, vivir, aunque sea algo terrible, trágico, cruel, inexplicable, doloroso, etc. Aún así, de esas situaciones tú puedes sacar algo muy provechoso, y usarlo en algún momento para bendecir a otra persona. Por malas que parezcan las circunstancias, recuerda ser como esponja y absorber la mayor cantidad de experiencia, para que en un futuro (cercano) puedas ayudar a otras personas que estén pasando por algo como eso.”


Créeme que si escribo esto es porque Dios quiso usarme, por amor a ti.

Con cariño, Cristian San Martín.

Monday, February 19, 2007

Receta de Cocina.


Muy buenos días a todos, hoy vamos a aprender una receta muy, pero muy fácil: “Versículos graneados”.

Primero, cubra la base de su entendimiento con aceite de oliva. Luego, sobre el aceite esparza los granos de versículos hasta hacer una capa uniforme sobre el aceite de la base del entendimiento.
A la olla, agregue una pizca de aliños de vivencias personales, un poco de sal de datos curiosos, y las verduras que encuentre necesarias para darle un sabor adecuado, ya sea, cebollas de emociones, zanahorias de creatividad, ajo y apio.

Luego de que puso todos los ingredientes en la olla del entendimiento, proceda a freír a fuego lento y con un tostador debajo de la olla. El fuego del Espíritu y el tostador de la razón le darán poco a poco un tono cristalino a los granos de versículos.

Mientras se fríen los granos de versículos y todos los aliños y verduras, ponga a hervir agua. La medida de agua dependerá de la cantidad de granos de versículos que usted esté preparando, o sea, por una taza de granos de versículos, dos tazas de agua.

Una vez que los granos ya estén fritos y el agua de lo vivencial esté hervida, proceda a echar el agua a la olla.

El agua de lo vivencial le dará la cocción necesaria para que la comida sea comestible para las personas. Ahora busque de entre los acompañamientos el que prefiera para servirlo a la mesa. Como sugerencia, propongo unos bistec de chistes o unas escalopas sacadas de algún libro que le haya ayudado.

Para finalizar, sólo busque una bebida que le ayude a digerir la comida y que realce el sabor de lo que acaba de preparar, por ejemplo, un jugo de emoción. Y ya tiene su propio plato de Versículos Graneados.


“¿Qué quise transmitir?, sólo fue algo que Dios permitió que viera. Poco a poco, gracias a conversaciones con hermanos, llegué a la conclusión (guiado por Dios) de que la mayoría de la gente que está en las iglesias no sabe prepararse comida. Está tan acostumbrada a que otros preparen el almuerzo y se lo lleven hasta la boca, que nunca aprendieron (o a algunos se les olvidó) que era responsabilidad de cada uno prepararse la comida para mantenerse bien alimentado. Más encima después nos atrevemos a criticar a los que sí preparan comida. Que el pastor fue muy duro o el apóstol no tiene idea de lo que habla.
Ya, creo que está clarito el mensaje. Por último, y por las dudas, los versículos graneados no son la única receta que existe. También está la cazuela de rhema y el rhema arverjado. Ahí tienes que prepararte el que más te guste, pero hazlo, porque con comer sólo de vez en cuando te va a convertir en un raquítico espiritual.”


Con Cariño, Cristian San Martín.

Saturday, February 03, 2007

Rhemail N°18: Hasta que nazca

Hasta que nazca.


... Ahí estaba yo. Las manos me sudaban por los nervios. El aire estaba enrarecido por la tensión del momento y sólo mi respiración agitada rompía el incómodo silencio que abrumaba la habitación. Miraba a mi hermano y podía ver en su rostro la pregunta: ¿Qué hacemos ahora? No era fácil ser el hermano mayor en esos momentos. Luego, la miraba a ella y aun sin decirme una palabra pude leer en sus ojos el ruego desde su corazón, pidiendo ayuda. O al menos, compañía. Pero cómo ayudar sin tener la menor idea de qué hacer. Es como querer hacer un gol sin saber que hay que achuntarle al arco. No me juzgues, estudiando informática no te preparan para presenciar partos. Y menos ha practicar la obstetricia. No, no, no. A mí déjenme con los computadores, virus y programas. Pero ahí estaba. Ya no podía escapar. Yo era el responsable ahí. Tampoco podía correr a pedir ayuda, porque al menor intento de moverme, ella gemía de una manera espantosa para que no me fuera de su lado. Sólo le acariciaba el vientre y pedía instrucciones al cielo sobre qué debía hacer. El dolor que ella sentía era extremadamente intenso. Se retorcía de dolor. Y miraba con ojos penetrantes que clamaban ayuda, o al menos compañía... ¡De pronto! Un grito ensordecedor llenó toda la habitación. Sí, lo peor estaba por ocurrir. El dolor se intensificó aún más y también mi desesperación. Nunca había visto un parto, ni siquiera en la televisión, y ahora estaba a punto de efectuar uno. ¡¿Puedes creerlo?! Sé lo que me vas a decir: “¿Por qué no fuiste a pedir ayuda?”. Pero no podía. Si hubieses visto sus ojos. Y más aún, si hubieras escuchados sus gemidos. Un clamor que no se podía ignorar. Gritos que desgarraban hasta los corazones más fríos e indolentes.
Los gritos se intensificaban al mismo tiempo que los dolores. La tensión del lugar era abrumadora. Cuando por fin parecían disminuir las contracciones, arremetían con más fuerza, y junto con los gritos desgarradores de ella, todo el mundo invisible podía escuchar los gritos silenciosos de mi alma pidiendo una dirección. ¿Qué hacer en una situación así? De un momento a otro, ella adoptó una posición extraña. Todos sus músculos se apretaron y se empezó a abrir la compuerta de la vida. Ver eso logra impactar hasta la persona más dura. Ver que el tamaño de la abertura vaginal crece a dimensiones insólitas e increíbles. Y que de pronto empieza a aparecer “algo”, sin forma, ni color digno de describir. Un olor putrefacto, venía a poner la guinda a la torta de cosas desagradables. ¡Deja de criticarme con la mente! No fue fácil. Te recuerdo que lo mío es programar, administrar redes de computadoras, diseñar algoritmos... Nunca pensé en estar en una situación así. Pero volvamos a lo que estaba saliendo por aquella vagina. De a poco comencé a distinguir formas, colores, y a acostumbrarme al espantoso olor que emanaban ambos. Pero por alguna curiosa razón, la flamante nueva mamá, dejó de hacer fuerzas. Era evidente que estaba cansada, pero dejó de hacer fuerzas cuando su hijo estaba con la mitad del cuerpo afuera. La zona púbica de la madre ya parecía cualquier cosa, y el bebé, con la mitad del cuerpo adentro y la otra mitad afuera. ¿Puedes creerlo? Ahí recién atiné a hacer algo cuerdo y que fue animarla, y motivarla para que no dejara la tarea a medias. “Vamos, te falta poco”. Me hubiese gustado darle de mis fuerzas para que pudiera seguir con su agotante misión, pero no podía. Me paraba a caminar y poder pensar y los gritos desgarradores volvían a decirme: “¡No me dejes sola!”. Me daba la impresión que ella sabía que no podía ayudarla mucho, pero lo que me pedía era que no la abandonara por nada del mundo.
En un acto digno de admirar y digno de resaltar y alabar a la “raza” femenina, sacó fuerzas de “alguna parte” y a pesar del cansancio y el dolor, volvió a pujar. Pujar como nunca antes. Sabía que sólo faltaba un poco, pero si yo me movía de su lado, ella gemía y gritaba para que volviera a sentarme a sus pies, tal vez porque quería que recibiera a su hijo o porque mi presencia la inspiraba para seguir pujando.
Al cabo de unos minutos eternos y de mucha presión y tensión, todo concluyó con una linda criatura en mis manos.
La madre exhausta de tanto pujar, veía como su “niña” respiraba y vivía por sí sola. Y yo seguía sin creer lo que había vivido. Al cabo de un par de días, y con la mente un poco más despejada, me senté al lado de mi gata y su hija recién nacida, y comencé a entender...

“Quise relatar la historia de esta manera porque necesitaba toda tu atención. Sé que no es muy agradable que nos comparemos con un animal, pero para mi fue impactante el poder que tenían los gritos de mi gata. Su clamor no me permitía alejarme ni un momento hasta que su bebé nació. Y la enseñanza es justamente esa, ¡clama! Porque con tu clamor, Dios no se podrá apartar de tu alumbramiento. Tal vez quieres sacar adelante tu familia. Quizás sea tu relación con Dios la que aún le cuesta nacer. Tal vez sean tus proyectos los que estás viendo como se disuelven o se alejan del cumplimiento. ¡Clama! Y Dios no podrá moverse de tu lado hasta que eso que estás dando a luz nazca. Yo no me pude mover del lado de mi gata, y eso que yo soy hombre y mi gata es apenas mi mascota. ¿Crees que Dios podrá moverse de tu lado, siendo que El es Dios y tú eres su HIJO? ¡Clama! Hasta que tus sueños sean dados a luz, ¡Clama! Que el Padre no podrá apartarse de tu lado hasta que el parto termine. El clamor consiste en esas oraciones desesperadas que no tienen mucho de teología. Salen del corazón y no de la mente. No necesariamente son gritos, pero sí son desgarradores. Y estoy seguro que el Padre, al escuchar tu clamor, no se apartará de tu lado, hasta que nazca.

Con Cariño, Cristian San Martín.

Saturday, January 27, 2007

Rhemail N°17: Estrellas en el Messenger

Estrellas en el Messenger.


Cuenta la leyenda que hace unos años atrás, se encontraron dos estrellas en el Messenger. Una de ellas con una característica muy particular...

-Yo he vivido mucho tiempo en el planeta tierra. –Le decía una estrella a la otra, y ponía cara de nostalgia -Hace miles de años caí a la tierra por un accidente. Me salí de mi órbita y llegué a la superficie terrestre. Luego de unos años y producto del viento, las lluvias y todos los eventos climáticos, quedé al ras con la superficie. O sea, cuando la gente camina, pasa sobre mí y no se dan cuenta que no es tierra. No se dan cuenta que soy una estrella.

-Yo he vivido toda mi vida en el cielo –Dijo la otra para responder –Nunca he ido a otro lugar. Siempre con los mismos amigos y con muy poca gente que me mira...

-A mí me mira mucha gente. –Interrumpió la “estrella terrícola”, con cara pensativa. –La mayoría de las personas camina viéndome y otras pocas no me despegan la mirada.

-Los que me miran a mí, son muy pocos. Yo creo que porque estoy muy lejos. Además todos son iguales y todos terminan en el mismo lugar...

-Los que me miran a mí, también son iguales entre sí; y también llegan todos al mismo lugar. Pero es un lugar distinto al que llegan los que te miran a ti. Los que me miran a mí, son la gran mayoría del planeta, pero lamentablemente... eeh, no terminan bien. – Dijo la estrella de la tierra, con el rostro compungido.

-En el caso de los que me miran a mí, es totalmente distinto. Todos terminan bien, felices.

-Sí, sí sé que los que te miran tienen algo especial y los hace ser felices y triunfadores, pero desgraciadamente los que me miran a mí son más que los que te miran a ti. Son más los que terminan mal, que los que terminan bien... ¿y qué tal si...?

-¿Estás pensando lo mismo que yo? –interrumpió la otra estrella. -Si todos los que te miran a ti, terminan mal y todos los que me miran a mi terminan bien. Mejor cambiemos de lugar. Yo me voy a la tierra, donde todos me mirarían y tú te vienes al cielo. Así la mayoría llegaría a la felicidad y sólo unos pocos terminarían mal... ¿qué te parece?

-No me parece bien... –dijo la estrella, con cara de risa –¡Me parece excelente!

-¡OK! Hagámoslo de inmediato.

(Al cabo de unos años y nuevamente en el Messenger, se volvieron a encontrar las dos estrellas...)

-Hola, ¿te acuerdas de mí? –Preguntó una para entablar conversación.

-Por supuesto. Tú eres la que vivías en el cielo y que cambiamos posiciones. –Respondió la otra estrella.

-Sí. Supongo que ya te diste cuenta que nuestro plan no resultó. –Dijo una con cara de pena.

-Sí, ya me di cuenta. Ahora no queda otra opción. Tú te quedas en la tierra y yo en el cielo.

-Sí nos queda una opción –Dijo la estrella que estaba en la tierra. –¡Brilla! Brilla con todas tus fuerzas y yo me pondré lo más fea posible. De esa manera podremos captar la atención de los que aún no saben que mirando hacia arriba terminaran mejor.

-¡OK! Eso haremos. Adiós.

-Adiós.


“No quiero añadir mucho. Sólo quiero motivarte a que vivas mirando las estrellas del cielo. Ya son muchos los mediocres. Esta tierra necesita que te atrevas a soñar en grande. Hay muchos grandes sueños, pero muy poca gente que se atreve a soñarlos.


Por último, no me digas que caminas mirando al suelo para no tropezarte, si miras las estrellas del cielo, sin darte cuenta esquivarás los escollos del camino. Pero hazlo, porque la vida te necesita.”


Con Cariño, Cristian San Martín.