Iba caminando por las calles de nuestra ciudad un típico
y común pokemón. Se paseaba por cada lugar con sus zapatillas
anchas de lengua inflada, su pelo aplastado adelante y parado en la
parte del medio. Su caminar, también clásico de esta tribu urbana,
brazos caídos y dando saltitos en cada paso. Caminó y caminó hasta
llegar a la alameda, ahí ocurrió lo más impactante de su vida. Aún
más impactante que la vez que estuvo en “El diario de Eva”,
porque su amigo se estaba volviendo “Emo”. Al medio de la alameda
vio un árbol que se estaba incendiando. Pensó en llamar a los
bomberos, pero “algo” lo detuvo ahí, mirando aquel espectáculo
inusual. Le llamó profundamente la atención. Y más aún, cuando,
luego de un largo tiempo notó que no paraba de arder.
-¡Que raro! – dijo nuestro poke-amigo.
El árbol ardía y ardía, pero no se quemaba.
Nuestro amigo miraba desde lejos, cada vez más
sorprendido. Comenzó a acercarse, temeroso y dubitativo. Cuando
estaba a una distancia de 5 metros, oyó una voz que le dijo:
- Moisés.
Se volteó para ver quién le había hablado, pero no
había nadie.
- ¡Moisés! – Repitió la voz.
Ahora nuestro amigo supo que la voz provenía de la
misma dirección en que estaba el árbol encendido.
- Mmmmmmmmmmm, ¿habrá alguien atrás del árbol? –
Pensó, mientras se movía hacia el lado para alcanzar a ver algo.
Pero no encontró nada.
- ¡Ya poh Moisés, no te hagai el tonto, soy yo, el
árbol! – Dijo la voz.
Ahí Moisés abrió los ojos lo más que le daban los
párpados y abrió la boca lo más que le daba la mandíbula. Miraba
hacia todos lados para ver si alguien más había escuchado la voz
que salía del árbol. Luego, se asustó mucho y se acercó rápido
para ver si se estaba quemando alguna persona junto con el árbol.
Pero cuando se acercó a una distancia de 3 metros, escuchó la voz:
- Moisés, quita las “Converse” de tus pies porque
el lugar que pisas, santo es.
Moisés, sorprendido al máximo, desató el nudo de sus
zapatillas, se las sacó, y siguió caminando hacia la gran llama. Al
volver a su casa, nunca fue el mismo. Tenía una misión en la vida,
y una razón de vivir. Todo por un fuego que no se apagó.
“Estoy seguro que si llevas un tiempo en el
evangelio, tuviste tiempo en que experimentaste el estar encendido
por Dios. Ahora quiero llevarte a un nuevo nivel. Mantenerte
encendido. No dejes que el agua de los
malos amigos apague tu fuego. No dejes que la soledad te apague el
fuego. No dejes que la flojera te apague. No permitas que el sistema
apague tu llama. Por último, no puede haber fuego si no hay oxígeno.
El oxígeno es la comunión con el Mesías, con su palabra y con la
oración. Puedes ser una zarza que arda por siempre. Que arda y arda
y no se consuma.
Para terminar, a muchos les llama la atención un
árbol que arde, pero cuando se apaga vuelve todo a ser lo mismo.
Pero un árbol que arde y arde sin
consumirse, no sólo llama la atención, sino que impacta.
Transfórmate en un árbol que arda sin apagarse y podrás impactar a
otros. Ya sea amigos, hermanos, padres, tíos, primos o vecinos. Si
ardes sin consumirte, los impactarás y podrás guiarlos a la
santidad (quita las Converse de tus
pies porque el lugar que pisas es santo) y a una
vida con propósito (el Moisés de la
biblia luego de hablar con la zarza supo cual era su propósito).
Arde sin parar, y verás como los poke-moisés que andan en el
desierto llegan. Arde sin parar, y verás como los Punkis que andan
en el desierto llegan. Arde sin parar, y verás como los Metaleros
que andan en el desierto llegan. Arde sin parar, y verás como los
Ponzios que andan en el desierto llegan. No dejes que nadie apague tu
fuego.”
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