Hay una instancia en la que todo el mundo se detiene para ver como un hombre celebra su triunfo sobre los demás. Todo el mundo se detiene para ver como lo coronan como el número uno del mundo. Se le entrega la copa, éste la besa, la levanta y todo el mundo lo ovaciona.
El camino hasta ese primer lugar no fue fácil. Él, con sus diez compañeros (más los reservas), tuvieron que esforzarse desde mucho tiempo antes.
Fue así como estos once hombres jugaron la copa del mundo. Partieron treinta y un equipos junto con ellos. Todos tenían un sueño. Todos perseguían la misma ilusión. Todos tenían la esperanza de alcanzar el primer lugar. Pero, poco a poco, vinieron las dificultades, y al cabo de la primera fase, sólo quedaron dieciséis. Un cincuenta por ciento no pudo alcanzar su sueño. La mitad perdió la ilusión y se resignó a ver desde su casa como otros seguían adelante. Y se jugaron los octavos de final. Dieciséis equipos luchando por pertenecer a la mitad que seguirá en competencia...
Ahora sólo quedan ocho equipos, y todos con la misma ilusión. Y van 24 equipos eliminados. Doscientas sesenta y cuatro personas frustradas por no alcanzar su sueño...
Nuevamente se redujo a la mitad el número de equipos postulantes al primer lugar. Y van veintiocho eliminados... Y otra vez, y van treinta eliminados. Y ahora es la final...
Noventa minutos de esfuerzo extremo. Noventa minutos al borde del colapso nervioso. Todo un planeta mira este magno evento, y trescientos treinta frustrados piensan que ellos deberían estar ahí, que ellos lo harían mejor, que está todo arreglado y todos esos comentarios de frustrados que no alcanzaron sus sueños...
Pero volvamos a la cancha y, por favor, mira la cara de los jugadores. Fíjate en sus ojos. Que no te distraiga el pelo o el sudor. Mira sólo sus ojos. Ellos no están pensando en jugar, están pensando en ganar. Para ellos, participar no es lo que importa, es ganar. Ganar no es una opción, es lo único que les sirve.
Los dos equipos se prepararon de la mejor manera. Comieron lo que los nutricionistas les decían. Ambos estaban al cien por ciento de sus capacidades, pero sólo uno ganó. Sólo uno marcó la diferencia. Sólo uno sobresalió en la cancha. Uno anotó más goles que otro. Y yo me pregunto ¿qué pasó? Hubo algo que inclinó la balanza. Hubo algo que hizo que treinta y un equipos envidiaran a uno. Hubo algo que se llama "detalles". Fueron los detalles los que marcaron la diferencia. Un tiro libre, un centro o una atajada. Un pase, una finta o una barrida. Los detalles decidieron quien, finalmente, sería el campeón del mundo. Los detalles decidieron quienes mirarían con envidia y resentimiento como a otros les ponían la medalla de oro. Fueron los detalles los que llevaron a un equipo al primer lugar. Al número uno del mundo.
"No quiero dejar lugar a dudas. Lo que trato de decirte es que los detalles son
los que van a marcar la diferencia en tu vida. No importa si te preparas igual
que todos. Si estudias igual que todos. Si vives igual que todos. Siempre los
detalles marcarán la diferencia. Los que practiquen el arte de los detalles
tendrán recompensas. Los que prefieran orar en vez de hacer otra cosa, tendrán
recompensa en lo espiritual. Los que prefieran estudiar en vez de ver tele,
tendrán recompensa en sus notas. Los que ofrendar a Dios en vez de gastarse la
plata en tonterías, tendrán recompensa en su economía. Los que prefieran
escuchar música cristiana en vez de la música secular, tendrán recompensa en la
pureza de su corazón. Los que prefieran hacer algo por sus sueños en lugar de no
hacer nada, serán recompensados con una vida de éxito y de honra para Dios. Los
que se levanten temprano a orar en lugar de dormir hasta tarde, tendrán
recompensas en público. Etc. Etc.
Quiero ser lo más claro posible, tú ya
tienes un "detalle" muy grande a tu favor y es que eres hijo de Dios y eso ya te
hace diferente a los que no lo son. Pero también dentro del reino hay personas
que marcan la diferencia. Estos detalles diferencian a un ministro de un músico.
Estos detalles diferencian a alguien que ministra con la danza de los que sólo
bailan. Hay personas que por estos detalles logran alcanzar lo que otros desean
pero no hacen ni el menor esfuerzo. Quiero que sepas que ningún detalle que
hayas hecho para Dios ha sido en vano. Así que lucha por lo que quieres. Y una
excelente estrategia de batalla para lograr esos anhelos, es el arte de los
detalles del reino. De ti depende ser el triunfador y levantar la copa de ser un
buen hijo de Dios, o ser un frustrado que no alcance nunca sus metas."
Con cariño, Cristian San Martín.
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